Tenias que plantarte en la cabeza un jardín para que tus ojos fueran raíces que se agarraran a cualquier escalofrío. Lo siguiente fue una paz sin trincheras, sin puertas cerradas, ni secretos. Al volver la luz me acariciaste, y desapareciste con una sonrisa en completo silencio; sin que sepa si solamente yo te vi. Foto. Goyo Hueso.
Un blog de poesía para tod@s.