Te esperé desde el inicio de los tiempos, en que todo era una nevada copiosa. Partículas imprecisas, caían desordenadamente, por un vacío absoluto e inquietante. No existía el sentimiento, ni el sonido, ni la idea… Solamente Tú fuerza anterior a mi fuerza, luz anterior a mi luz, creador anterior a mi creación. Porque yo vivía en ti como energía complementaria, como materia prima. Te esperé eternamente, perfumada y con la puerta abierta. Impaciente, soñaba ser pradera, pastizal, cumbre… Daba igual. Yo me abandonaría a tu idea, y me haría arcilla modelable en tus manos. Imaginaba nuestro encuentro. Sabía que me mirarías, con una mirada única, estrenada para mí, sonreirías y mis terrones secos se desharían, entonces me envolverías con flores y juntos confeccionaríamos guirnaldas. Por fin acabaste de ordenar tu caos, se hizo de día en tu alma, y viste que allí estaba yo, como un lienzo inmenso, sólo tuya. ¡Nos habíamos encontrado! Me sedujiste, me dejé seducir y nos fundi