Quizá los precipicios éran placas solares o máscaras azotando como látigos los metales forjados por la sed; o simplemente veletas oxidadas por el vértigo que convierte el poniente en una rapsodia enloquecida. A veces los fantasmas son parte de nosotros,esa santa ebriedad donde flota la semilla, siglos enterrada, la máscara de asombro que ni siquiera el mar de las edades consigue calmar. Pero ahí siguen gestando un embarazo múltiple .sólo en el sueño brota la primavera encendiéndo las estrellas y los besos silvestre- Nada es etrerno pero tampoco vano; todo tiene su instante que rompe su placenta y cada segundo es una solemnidad que busca el pétreo silencio,la diadema auscultante de los asombros; aún sabiendo que nunca será reina la consciencia ni la voz donde duerme el clamor inexistente. El calor de la tormenta asfixia mi resistencia y vuelve a rugir como si fuera la primera noche del mundo. Quizá el agua consiga despertarme pero será un volver en mi violento; los signos