Cada día acudo a tu templo
a tu puerta tornada;
nunca me sacia tu comida.
Intento filtrarme como un
haz
en tu recinto vacío;
pero has quitado la aldaba
Lo intento en tus vidrieras
más tu cristal es insumiso
como el rayo.
Mi corazón es la esquela clavada
en tu madera carcomida.
Como una mendiga
me arrodillo en tu atrio.
No quisiera esperarte, pero,
le puede al hambre el
deseo
de que la puerta se abra.
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