Me transformo, y como en un lienzo, sin edad y sin tiempo, la vida dibuja mis anhelos eternos y escondidos. Mi mirada se vuelve profunda, provocadora, desafiante…. y llego a las entrañas de la tierra baldía; y le hablo, susurro en mis palabras y espanto su rutina. Me convierto en un escudo, contra el tiempo, que intenta arrebatar la ilusión y las ganas. Soy entonces más yo que nunca. Pero apenas son unos instantes, unos intervalos breves, en que despego, consiguiendo olvidarme de mis raíces torcidas. Después vuelvo, a ser un aeda prisionero del suelo por la vida temblando. Foto Milagros