Me envolvió el preludio
en una nube que me trascendía.
Las palmas y los ramos de olivo
alfombraban mi paso
y la vida parecía detenerse.
Imaginé que siempre sería así,
que había alcanzado el mayor grado
de felicidad, y brillé como la luz
que en el crepúsculo se resiste a apagarse.
Fue un momento mágico,
un destello de gloria en que viví la plenitud;
pero era el umbral de una tortura
que aún hoy la sufro,
aunque me canten saetas.
La humanidad sólo disfruta de momentos felices.
La felicidad la inventaron los inconformistas.
Siempre viene seguido la noche.
Comentarios
Dices mucho en pocas palabras
Un abrazo