El vacío no lo llenan las luces,
ni las calles repletas de gente
que compran regalos.
Ni lo llenan los escaparates
aunque estén preñados.
El vacío sigue latente, solitario,
debajo del puente.
Nuestros sueños, a veces,
son bombillas fundidas,
que se reemplazan por otras
pero no son las mismas.
Saturamos nuestra vida de cosas,
pero no hay tarjetas ni firmas,
con que comprar lo que sacia el anhelo,
y la realidad es cruda.
Aunque por unos instantes,
se disfrace de guiso humeante,
no hay fuego.
Foto Goyo Hueso
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