El laberinto del amor
nos estruja el cerebro,
hasta reducirnos a la nada,
y así nos enreda en su tela de araña.
Se nos vá tragando en una regresión
y nos acaba metiendo en su prisión.
Por eso por amor
somos capaces de tantas locuras,
de abrir ventanas
que dan a la nada,
de excavar túneles en la roca viva...
Pero los barrotes del amor liberan:
poseídos por él somos capaces,
de grandes ideas,
de grandes libertades.
Atados por su cuerda
desatamos la capacidad que tenemos
de alcanzar lo inalcanzable,
de liberarnos de nosotros mismos,
de hallar nuevas salidas,
de poner un brillo a la vida diferente y nuevo...
Por eso es un laberinto el amor:
nos ata y nos libera
nos reduce a la nada y nos proyecta al "todo".
Foto Goyo Hueso.( Colección grafittis de Tarazona)
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